Uno de los rituales más místicos y sagrados que celebraban los antiguos mayas, era la travesía sagrada que llevaban a cabo remando en sus canoas desde Xcaret a la Isla de Cozumel, la Isla de la Golondrinas, la antigua Cuzamil, con el propósito de rendir culto y recibir los favores de la Diosa Ixchel, también conocida como Ixchebelyax, Ix Hunic e Ix Hunieta, que regía los aspectos de la fertilidad, la salud, el agua y la vegetación, considerada como inventora de la pintura y el tejido.
Se le representaba con las características de la luna, es decir, como una deidad joven, que representa la luna llena, como una anciana, asociada a la luna menguante, o con el ojo cerrado, muerta, representando a la luna nueva.
En la actualidad son más de trescientos canoeros los que realizan la Travesía Sagrada, que sólo se logra con disciplina y trabajo en equipo, quizá heredados por los mayas para permitir que futuras generaciones replicaran su viaje, evitando que fuera una tradición extinta o letra muerta.
Aún y cuando con la llegada de los españoles y el paso del tiempo hicieron desaparecer este ritual, en la actualidad, hoy, después de 500 años, es recreada nuevamente con un estricto apego histórico en cuanto a vestimenta, rituales, danzas, música, ofrendas y canoas.
Las ceremonias y rituales, se realizaban para hacer las siguientes peticiones a la diosa Ixchel: Fertilidad de la tierra: Frutos y cosechas abundantes, bonanza en la pesca y paisajes exuberantes.
Buen clima: Tiempo indulgente, vientos favorables, lluvia suficiente y temperaturas adecuadas para poder vivir.
Salud: Cuerpo, mente y espíritu en armonía.
Continuidad de la vida: Permanencia armónica de las especies de acuerdo al orden natural del planeta.